Seguidores

jueves, 28 de julio de 2011

GOZO Y LLANTO (a mi madre)


Ay madre, tu risa se oye en el ambiente,
me la envió el aire
y me arrancó un suspiro.
¡Alma mía!
la algazara se agranda sobre el monte
y se desliza bajo el cielo
limpia
como una resonancia azul.
Y, entrañas mías,
cuando alzo las manos
me fundo con esa reverberación celeste.
Pero se abrió el valle
y cavó una mina en el agua
y desenterró un viejo yacimiento
y luego la charca trepidando
dio vueltas como un áncora
en lo más hondo de mi corazón.
Ecooo...de mujer
que me devuelves tantas alegrías
y tantas voces inquietas
y sonidos sin aliento y una memoria
entristecida,
y sin embargo, invadida por la acústica.
Vientre, matriz, cauce
de mi semejanza contigo y de mi complejidad,
si aún escuchas
si aún sientes
si vigilas con tu olfato de asilo o de víctima
si eres indulgente
o la gloria eres.
Consuélame el ánimo
pues cuando él se agita, yo te busco.
Al menos, compláceme con el entorno
o quien sabe si este paraje, único,
se volverá viento
y el luto me trizará. 
Y si esa aura tan difícil
que trasiega sobre nuestro río
se trabara en urdimbre,
me volvería tejido prieto de clamor y trance.


                                                

lunes, 25 de julio de 2011

ENFOQUE EN BLANCO Y NEGRO.


           Es media noche y estoy tumbada sobre el lecho y unas sábanas blancas. Soy Eva, y sobre mi cuerpo desnudo cabalgan juntos la exaltación y el aire destemplado de la madrugada. Expuesta al relente de la noche y de la sierra, el vello se me eriza y la piel se me amasó en escarcha. En la penumbra vislumbro estas paredes vírgenes de las que a veces emergen arcaicas sombras que en el transcurso de la noche, se comunican conmigo. Apariencias invisibles y pálidas,  pero que me hablan más que nunca.
           En el tabique sur hay abierto, de par en par, un ventanal al mundo y a los astros. Al fondo de ese paisaje oscuro, la lejana línea del horizonte se ha fusionado en un magma de negros. Aunque, esta mirada de ave nocturna me cuela en esa oscuridad y me impregna de ese negro azabache del cielo, de ese gris azulado del mar que me imagino y de ese pardo mate del valle y de esta tierra. Toda la atmósfera quedó mimetizada entre la noche oscura. Y esa oscuridad sobrecogedora y taciturna es el alma de este lugar y de los seres que se expatrían de aquí.
            Pero yo contemplo con admiración ese firmamento de negros en el que está presente la muerte, pero sin duda, también la vida. Esa substancia infernal y deliciosa, en la que siempre habito.
            Mil ojillos brunos de muñeca o de búho, han girado ahora al lado opuesto de esa quebrada que hace el valle. Y una iglesia blanca iluminada por las luces cálidas de la explanada, se aviva en el repecho del municipio como una antorcha, intensificando esa calcárea arquitectura. Detrás del templo, la silueta de dos cerros crea un fondo sinuoso semejante a la figura de una joven mujer. Y si aprieto los párpados, durante un minuto, el campanario blanco de la torreta se aglutina con el paisaje negro de los cerros y se transforma en un enfoque fotográfico tirando a sepia.
          Sin embargo esta amalgama tan natural de cielo tupido, montaña y santuario, en realidad, solamente traza un espléndido cuadro que embarga mi corazón misántropo.
          Un extenso perfil de múltiples y desiguales volúmenes en la opacidad de este aldeano territorio. Bultos y más bultos, que cuando cierras los ojos quisiera tragárselos esa boca de lobo en la que se transforma, de noche, la hondonada. Pero si hago balance, comprendo, que un subterráneo de inmóviles, oscuros y graves contornos ambientales anida en mí, como otra forma de vida y de memoria. Pues durante el anonimato de la noche, esa cerrazón ambiental me transforma claramente en ave. Y esa otra vida que cobro de pájaro en libertad, se apropia a menudo de mi pensamiento.
  
           La techumbre del cuarto se ha evaporado y en este momento su transparencia me resulta agradable pero desconocida. Se ha convertido en una cubierta de vidrio diáfano y sonoro como el cristal de Bohemia. Lo cierto es, que mis tímpanos de pájaro sensibles más que nunca, perciben esa vibrante sinfonía dentro de este reducido espacio, similar a un cubículo. Y es ahora, cuando mis ojos de halcón vueltos hacia arriba en una suerte de trance imaginario lo ven todo a cielo raso o, como si no hubiera sobre mi cabeza cubrimiento alguno, salvo ese firmamento ideal. Sin embargo yo percibo la noche y sus volúmenes con la misma claridad viva de la luz diurna. Y mientras aguardo con gran resignación a que me llegue el sueño y el descanso, localizo cualquier lejano planeta o alguna que otra constelación.
          Cuando era niña, suspiraba por creer que esa fascinación que ejercen en mí los astros, era algo similar, a cogerse de esa materia inalcanzable de la que están hechos los sueños.

            Así pues, grave y solemne igual que una figura estática encima del lecho, levanto al cielo mi espíritu ebrio, mi gesto de asombro, mi brazo enérgico y mi dedo índice de la mano derecha y voy siguiendo la trayectoria de los astros y cuento uno, dos, tres, cuatro…  vértices de plata. Y después sigo el esbozo de la Estrella Polar o de la mismísima Vía Láctea, pero reconozco que me pierdo en el itinerario porque ese rastro sideral se me hace incalculable. El marco es tan hermoso que magnetizada por lo que apunta el extremo de mi dedo, las estrellas arrastran de este instinto soñador y caprichoso que se eleva como una pavesa hacia el cielo, y a horcajadas sobre la luna pero menguada igual que ese planeta,  desde tanta altura, ni puedo pestañear.  


                                                      

lunes, 18 de julio de 2011

MUDEZ, DELIRIO.


Rama seca
inerte tronco de árbol con hendeduras pero sin labios
y sin boca.
Pequeño amanecer
amarga ternura
viento revuelto
y gélido abrazo.

Íntimo aposento
y espesa niebla
en donde nada se estanca, salvo el olvido.
Caído astro que marcas infinitas cruces a mi paso.
Criatura somnolienta de ayer, de hoy y de ahora,
tu cuerpo
es la ribera al extremo del lecho.
Crisálida marchita, enferma y vacía
esa seda es la melancólía
y un vertedero de tristeza y silencio.

Oh albor, dame la vida
la danza
la música,
mas,
resucítame de ese corazón extirpado en oscuros pétalos
como un preludio fosco.

Fragante campo de hierba
que rebasas límpido la ventana y el velo de ese dosel.
Pámpanos y rosas
vaciaros
sobre mis sueños blancos y mi cama prieta.

¡Tálamo! Charca de aceites esenciales.
Elixir de amor sin agua y sin poza
vertiendo olas estériles sobre mi cuerpo laxo
y mi lecho pedregoso.
Corazón de hielo
y labios de hojalata indiferentes a mí.
Bordes ásperos para estas ansias, esta sed 
y éste, mi deseo.


                                                              

miércoles, 13 de julio de 2011

GOLPES.



Es la hora vespertina
y una elipsis latiendo en la lejanía.
Mal presagio
el que nos trae otra nueva carencia.
Y no hay esperanza
pues la tempestad sacude ahora mismo la tierra
las campanas
el viento
la hojarasca…
Las flechas del infierno, hoy tiran de su lengua de fuego
y el estío zumba entre los árboles
una ola de llamas.
Ah peso. Sustancia de dolor y de anochecer 
Ah punzada. ¡Alma!
esencia de este lugar de goce y remordimiento.
Sacude tus manos y di adiós a las nubes
al agua
a la gloria,
al sufrimiento.  
Pañuelos blancos para mi cielo de verano
negros, para el invierno de mi infancia
y para aquella hora callada.
Silencio para una estrella, que dobló esta mañana, 
y nadie ¡jamás! la echará en falta. 




jueves, 7 de julio de 2011

COMO EN EL MAR.



Esta mañana aspiro con fuerza el viento de poniente que llega del océano.
A veces,
ese mar lejano,
trae en el aire su olor a salitre o yo solo me lo imagino.
Por el levante, el sol,  ha decido vaciarse de sí mismo sobre aquel horizonte de montañas.
Y si cierro los ojos,
aspiro, aspiro… y todo es brisa o soplo de aire que me embriaga del ambiente,
pues todo ese confín, es inmensurable
e insólitamente hermoso,
y por una vez,
tejo una falsa tela de araña que no aprisiona ni el dolor ni el desvelo de la noche ni el socavo del alma.
Y si despliego mis brazos delante de la ventana como si fueran dos mástiles despojados
de su vela,
tanta maldición se desvanece y mi corazón se ensancha y luego la estancia cobra vida de pájaro y me muestra virgen sobre un acantilado. ¿O seré yo la gaviota?. 
En verdad, un dios me protege hoy de aflicciones pasadas,
y si contemplo el cielo, veo,
como le crecen alas plomizas, a un ave poderosa,
pero cuando vuela, al frente de aquel cúmulo nacarado.  

martes, 5 de julio de 2011

LUGAR DE NACIMIENTO.


Cuando me cubra el agua del río
y el campo santo me arañe
con su herrumbrosa tierra,
el lodo,
crecerá ya entre las cuencas de mis ojos vacíos
y como una envoltura revestirá mi esqueleto
y estos dedos consumidos. 

Pero sobre ese estío, aún por hacer,
y que
en la vida me pertenecerá,
aclamo que nací de esta agua irisada  
y de este suelo fuliginoso
donde nada parece acontecer.

¡Oh sombra del futuro,
noche desconocida!
¡Oh viento de la sierra!
que revuelve ahora mis heridas
y ese azul índigo
que intacto se despeña
por encima de estos escabrosos cerros.

¡Oh alborada!
cuando las primeras luces me despiertan,
el río a la par me llama.

Y ese cuerpo líquido,
vierte sus primeros deseos,
sobre mi inconsolable armazón

y
aunque luego me bordea
ese reguero de agua,
por otro lado,
la mezquina muerte
me besa en la boca
con esos labios tan indiferentes
del mañana.

viernes, 1 de julio de 2011

OLEADAS.


De nuevo soy tacto sobre el lecho
una oleada de levadura maleable
o polvo de oro en suspensión.

Y otra vez un fragmento de locura
que besa el aire en medio de la noche.
Soy un sueño obstinado
o la curvatura de la luna grabada en los espejos
de esta habitación.

Indócil me veo.

Un gato negro que rueda
por la escalinata
y sigiloso como nunca
extrae del silencio una piedra que habla.

Y la penumbra se colocó del revés
y mientras,
mis ojos vueltos
pero sobrecogidos
miran la belleza de la media luz.

Y de nuevo esa araña que trepa
¡Oh deseo!
Mi vida pende de ese hilo

¡Me duelo, me duelo, me d…!
y le hablo a una vela que vigila
detrás de aquel tragaluz,
pero si vieras cómo leo en ese lenguaje de humo
cómo esa luz existe
y no es ninguna ilusión.
Si vieras cómo me deshago
del silencio
y me anudo a esa utopía.