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domingo, 16 de enero de 2011

UN GRITO EN LA OSCURIDAD.

         Arrastro la imperfección de una habitación a otra mientras vislumbro una temible sacudida en las próximas noches de invierno. No duermo. Y cierta perdición fluctúa lentamente en el aire de esta creación nocturna. Las sombras noctámbulas describen círculos negros engarzados unos a otros y dibujando una cadena de hierro que tira con toda su fuerza de mis piernas. En mis ojeras han madurado ondas expresivas y moradas. Curvaturas retraídas y señales inequívocas que sacan al exterior las cicatrices del alma. Vertiginosa tristeza. No sé si irremediable. Pero apenas despierta, necesitaría apoyo o hacer crecer desde mi faringe un grito de desgarro. Sería como una urgencia con las alas desplegadas y puesta en movimiento.
         Si pudiera, a mí alrededor, trazaría esta noche un cerco donde encerrar la calma del entorno para servírmela después a la carta y según mi propia necesidad. Pero trago saliva porque el silencio de la madrugada esta dentro, es imponente y me ha dejado esta noche la boca seca. Y aunque no sabría decir por qué, me mantiene en vela o muy alerta. Es como si esperara a que alguien me atacara desde la oscuridad sólo con los ojos, y alrededor de esas cegadoras cuencas, únicamente distingo la opacidad total. El movimiento obsesivo de ese cristalino rutilante me aterra. Alguien anónimo me observa entre esa cerrazón de forma amenazadora y por nada del mundo quisiera aferrarme a ese hilo. No obstante, esa hebra tira de mí como un imán y siempre me dice ven, ven, ven…hacia la sombra. No es que yo lo oiga, está claro que el hilo no habla, pero es obvio que me arrastra, muy a pesar de mí. Así pues, me resulta inevitable seguir ese filamento de voz que tanta confusión me produce a media noche.
         Debería haber una explicación razonable para estos caprichosos fenómenos pero no la tengo, aunque hago, como si esos extraños sucesos no me ocurriesen a mí. Supongo que saco hacia fuera, de donde no la hay, una calma contenida. Sin embargo, las llamas de esos ojos brillando entre la oscuridad, sin duda me corroen. O lo que es lo mismo, mi orden en ese momento se disipa igual que si fuera niebla. Puede que ya sea algo irremediable. No obstante, la falta de sueño, la vigilia y las imágenes que segrega mi mente desvelada aparecen sin más, y malversan mi valiosa diversión noctámbula.


         Y ahora mismo, se me ha quedado la boca seca, los ojos vueltos y sellados los labios. Y de pie, las piernas me hormiguean de una forma que parecen trepar por mis extremidades numerosos insectos que buscan atacar impunemente mis partes más impúdicas.