Ven.
Y no alentemos un nimbo
de sombras bajo los párpados
ni la luz de un sueño fatigoso
que discurra
a ráfagas,
a ráfagas,
invadiendo la estancia.
Este reino es tuyo
y es dorado
y el resplandor
dura toda una noche de desvelo,
pues las horas duelen
donde se detuvieron una tarde.
Y eres tú,
y te amo
en esa pausa del mundo
donde te has suspendido.
Pero es la hora del acero
y esta noche
ha caído
ha caído
un beso sobre mis labios
y deslumbra como una estrella.
Maribelflores