Yo haré del otoño lluvia de cielo
encapsulada.
Y haré de esa lluvia un balaustre
de agua y agrietados cristales. Yo haré ruedas de nubes cenizas como senos
vacíos o desolados.
Merodearé en la sustancia de sus
ojos y veré relámpagos y augurios y misericordia para este amor desposeído.
Bulle una laguna en el raso azul de
mi boca, de mi voz y de mi lengua.
¡Oh! médula de dolor y escalofrío
azotándome con su recuerdo de color brillo y su rumor de humo escurridizo y
gris.
¡Oh! manadas de latidos agrupados
en mi pecho vacío y en mis sienes plenas, duelo de gemidos.
¡Parto de amor asesinado y mudo!
¡Oh! infinitas llagas en mis
manos, ociosas carnosidades acariciando los hermosos rasgos de su paisaje
dormido.
Gritaban y gritaban mis pústulas
a la velocidad imperecedera del duelo o de la luz.
¡Oh! cementerio de astros donde yo
solo rondo criaturas muertas y rancias calaveras, y en donde me arrebujo de la
sed, y de sus ojos de algodón claros.
Extenuada será la mañana mientras
silben mi descalabro, un solo cilicio y todos los idiotas .
¡Oh! zarpa de aguacero. Zarpa de sierpes
y de iguanas, cuajad vuestras largas colas sobre mi boca desierta y azotadme
con esos cabos de agua y luego, luego, degollad mi soledad con ese hiriente
filo líquido.
Destino mío, pugnas por una paz
de limites oscuros o por entregar tu límpido conflicto a una multitud opaca y
sin límites.
¡Oh! tibia piel dorada. Piel de
brillo y seda, luz viva en el interior de esta mirada, de lince o de alfiler.
¡Oh amor mío! clávame las uñas en
el corazón para que se abra la cáscara del equilibrio.
¡Oh! “cuello mío” qué derrota
se agolpó anoche sobre la curva de tu brisa y en esta mirada, de miedo y
tornasol.