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lunes, 7 de mayo de 2012

A YAGO.


         A Yago le brota el fuego por el hueco de la boca y en segundos se le extrapola la descarga como a un relámpago. Yago es un dragón y de las llamas de esa bola encendida le manan tinieblas invisibles.
         … Yago, el violonchelo tañe su agonía y dobla a mar revuelta y al caer las olas, se troncha en pedazos su rumor cíclico. Pero debajo de esas volutas de agua y sal, se amontona la angustia sobre el tul nacarado de la arena seca. 
         Yago, del subsuelo emerge un sonido atronador de placenta y su fragor me retumba y tu nombre detona y sale propagado por todos los rincones del planeta.
         ¡Veta sobrecogedora, ensordece mi ceguedad!
         Pero si no amo Yago, si no me entrego, si mi pecho enmudece, si en la noche se extinguen los astros, el desorden se empeña en revolver mi erótica y pronto imagino vampiros cayendo sobre mí desde esa negrura que muerde sobre estas arterias brillantes. Si no amo Yago, sospecho que mi memoria exclamaría su enemistad contra el deseo y no habría respuesta capaz de aliviar ni mi sed de ti, ni mi agonía.  Y en la verdad de la penumbra me pregunto si eso no sería mi perdición o morirse por nada entre colmillos afilados. Pues en la noche, Yago, los resucitados, van perfilando mi silueta con hebras de espanto mientras mi corazón trepida ¡muerto de hambre! 

         Yago quiero copular contigo y que nazcan alimañas del acto. Pero por qué no escarbar en ese osario de agravios, por qué no despedazar tus genes implacables, por qué no hurgar en tu minúscula misericordia y con tu estricta mano cavar un hilillo endeble de luz en tus vísceras.

         Resopla el viento en mi destierro Yago, o es qué me suena a un aullido lejanísimo de lobo. Pero si brama la tierra, si muge la música de un violín con sus llagas de azufre, el mar al fin se quedará tranquilo. El mar azul que no descansa en su confluencia con el horizonte. Y allí…  perpetuamente lejos, resopla este compuesto de cianuro y este dulcísimo combinado de esclavitud a ti. 
         ¡Yago,Yago! Estoy frágil, y en mi desaliento he pensado disolverme en polvo y sobrevivir en el interior de tus huesos. Aunque mis limaduras se harán compactas dentro de la carcasa de ese esqueleto y yaceré para siempre tiesa, y como una vela de entierro me estiraré en ese cerco donde por el contrario se riza una serpiente. Una boa que luego repta sobre mí y entra como un hombre a través de mis piernas. Pero cuando el reptil se despierta Yago, no puedo negarlo, me asusta como un ídolo corcovado. Pues se alarga tanto el tramo de la liberación, que al día de hoy soy un puente y bajo esas ruinas fluye un talud de barro y, cómo me pesa el fango en esa soledad. Como la losa marmórea de los siglos. 
          Me siento yerma, Yago, excluida, infeliz y abrazada a un virulento arsenal de guerra. Y huyo Yago, pero no lo dudes, voy a desintegrarme lejos. Voy a desaparecer bajo la lluvia mansa de una ciudad sin nombre donde no habrá sol, sólo tu éxtasis de daño. Sólo , evaporado y mudo. 
         Yago, ya silban los cuchillos que cortarán tu cabeza. Ya escucho los estertores. Ya eres polvo Yago. Ya me rodea un cerco de llanto. Ya vibran mis ojos como si retornase lo que ha desaparecido. Lo que nunca fue.

Huyo
consciente
 de que el amor es un viento
un suspiro
que cruza veloz el corazón.
Y me pregunto
si no es un misterio
que se derrumba.
Una belleza invisible
que no existe.
Una niebla que nace y muere
en el alma
ante el pavor de la muerte
que estuvo
 expiándome.
                                                         Maribelflores