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lunes, 16 de enero de 2012

ERA UN TIEMPO




         La vida me condujo por lugares sangrientos. Y huelen a toxinas las venas por donde flotan tus cenizas y mi espíritu veloz. Pero son tan bellas las ruinas como los círculos concéntricos. Inventor de mi vida, mis sueños son caóticos y aquel sudario es transparente como un espejo que grita. Creador de mi cansancio, el fulgor eterno de la luna es mi alivio, y tu aliento, una ilusión. Un amaño que vomito raíces.
         Hoy es sábado, y una plegaria despierta esqueletos y adormece las hendeduras de los tímpanos y el corazón. Autor de mi voz, qué fría es esta oscuridad cuando comienza el baile de las sombras y vuela rauda la turbación. Pero qué alivio cuando el destello levanta la veda de los astros. Y qué descanso si las cavilaciones se dan a la fuga. Se pactó la hora de la necesidad y la quietud arrasa. Sin embargo, la integridad es inconsolable.
         Padre! Cómo se alarga el tiempo sumergida en esta letal inercia. 


Duermo,
y mi sueño es muy lejano.
Suspiro,
y se trasforma en bosque este sinuoso valle,
y en duendes, mis ojos abismales.
Esta noche, los doseles vuelan
por el cuarto
como las olas expuestas al aire.
Pero, ven y dime ¡padre!
dónde dormita la memoria
si en esta angostura se descansa tan placidamente.
El tiempo es un preciso instante
que se ha hecho presente
en el silencio adormecido del valle. Es la hora
y aquí se ha clavado la noche y
habrá que hacerse a la oscuridad.


¡Dios de la luz y de las sombras!
la certeza se detuvo en la estancia
arrojando primero la calma
y después la tempestad.

Mengua la luna,
y cómo podrían mis ojos negarse a mirarla.
Pero si decrece su belleza
un ingente vacío
traspone por los montes.


 (Desde Alpujarra de la Sierra, Enero 2012)
                                                                                                       
                                                                           Maribelflores