Acaso conocí al hombre arena,
escurridizo,
un ser de agua
que se filtró en mí como una ráfaga salobre
y helada.
Un espejismo en la distancia corta.
Allí donde no latió nada
y donde agonizaron las yemas de mis dedos
esperando su sagrado laberinto.
Allí se eclipsó el astro que yo amaba
entre la invisibilidad de la media noche
y una brisa devastadora.
Maribelflores
Terriblemente noctámbula tú. Excelente este, me gustó de veras.
ResponderEliminarPor fin Alruin me salió algo a tu gusto. Hoy si que recibí un gran halago, porque me fio de ti. Gracias. Oh, cuánto llanto inutil. Besazos.
ResponderEliminarTú si que sabes hacer poesía.
ResponderEliminarGracias por visitar mi oscuro desván.
Si la tierra se desliza entre tus dedos, quizá puedas reternerla entre las manos.
Saludos!
Gracias Eurice, bienvenida a éste mi espacio.
ResponderEliminarLos idolos que creamos en ocasiones tienen los pies de barro.
ResponderEliminarExcelente poema!
Nunca has sentido el latido ardiente que se oculta tras los párpados inmóviles de las estatuas? La pasión contenida en unos labios del mármol más puro? A mí me hace pensar en una estrella lejana y en un relato de Bécquer.
ResponderEliminarUn abrazo terrenal.
Me basta tu blog y poco mas
ResponderEliminarPara volver a leer
lo que nunca leí
Para desempolvar
lo que algún día escribí.
Y suena sonora como cascada
entre rocas
Como nueces sobre baldosas
Las hay para leer en susurro
en un aliento
Otras
¡¡A GRITOS!!!
Suenan tan bien en mis oídos