como ésta
se muestra incisivo ese vacío
que dispara el tic tac del corazón.
En noches
rigurosas como el azote
de los mares
oye esa crudeza de la estación
sentada al borde descarnado de la cama
y de su turbación.
Medio desnuda crepita
bajo las sombras de la muerte.
Rotunda es esa atmosfera opresiva
y de una insólita dureza
el poder del mundo y de los astros.
Pero lame sobre su carne lacerada y trémula
porque en noches intensas
como éstalos fantasmas blancos de la habitación,
tercos como nadie,
arañan justamente en blando
con sus uñas afiladas.
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