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martes, 3 de noviembre de 2009

REDOBLES


Oí voces sin comprender nada
redobles que me hacían abrir la boca
aves negras soltando su graznido
sobre la tierra
abismos donde se perdía el sonido
al lanzar una piedra
y sombras que arañaban mis tímpanos
destapando las burbujas de mi tribulación.
Oí un hombre vigilando
mi descanso
y ahuyentando un trueno interminable
que asestaba golpes secos contra mi puerta.
Luego, descendió un rayo,
y mi corazón escapó, raudo, entre el fulgor
que atravesó por debajo del quicio.