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miércoles, 16 de junio de 2010

MUJERES CORTADAS A TIJERA.



ABISMOS A MIS PIES (Continuación)

  
         En este hogar casi nada es lo que parece porque todo o gran parte, son reflejos invertidos. Brillos opalinos a veces esféricos como la mismísima tierra pero vacíos de imágenes. Otras veces, esos círculos de luz, reflejan entre su claridad confusas sombras con las formas esenciales de esta casa. Sin embargo, todos esos espejismos revolotean bajo mis pies, más reales aun, que la mismísima fantasía de los espejos que he imaginado hace un momento, o que antes percibí en ese cuadro enrevesado de las calas que hay colgado en la pared que tengo enfrente.
         En el fondo de la cuestión, está claro, que una, a la postre, acaba revelándose parecida al santuario donde pasa las horas lánguidas del día a día. Y aquí vive una mujer con una demasía de puertas o lo que es lo mismo, una mujer cada vez más inaccesible.
         Me duele reconocerlo, y muchísimo más exponerlo a plena voz en este espacio intangible y cibernético. Así que empiezo a sospechar o, que estoy como una regadera, o que me he quedado a merced de este confinamiento que me hace concebir hoy, una paranoia tras otra desde primeras horas de la mañana en la planta de arriba, hasta estas horas del medio día, en mitad del vestíbulo de la planta baja.
         Este aislamiento, ha tomado una inexplicable dirección en donde imagino cosas y situaciones, cuyo objetivo principal es maquinar otras realidades, que rompan, con la insociable pero cómoda vida que llevo. Es como si estuviera ajustando mi reloj emocional a estos nuevos tiempos de vida en solitario. Supongo que como cualquier otro ser humano, persigo garantizarme un magnífico futuro. No obstante, no alcanzo a comprender por qué regla de tres, mi razón, únicamente, está imaginando ese futuro en germen, plantando su epicentro en esta antesala de la casa, como si este lugar fuera el centro del mundo y me resultara huraño emprender algún que otro viaje incierto, fuera de estos muros. Sospecho que me intimida la idea de andar por caminos perdidos o tantos otros lugares inéditos. O tal vez prefiero, simplemente, vagar por donde me lleve el curso de mis pensamientos en el interior de estos tabiques. Y me pregunto, si todo lo que pasa, hora tras hora, por el manantial de mi imaginación desde que amaneciera el día, no es un excelente mecanismo de defensa lleno sólo de buenas intenciones, con las que obtengo, minúsculos resultados.
         Aunque es verdad, que hay un cierto malestar en estas palabras con las que normalmente me expreso. ¿Por qué, cómo puedo sentirme acorralada en este paraíso que forman el jardín y mi casa?. En ocasiones, es como si el perímetro de un fuego rodeara estos impecables cimientos, convirtiéndolos por unas horas en una espesa maleza, a la que el fuego, va tirándole grandes bocados conforme ese cerco de llamas danzantes, se aproxima a mí.
         Algo así, como si esta mañana me hubiera levantado haciendo un pacto con el diablo, para sacar a flote, algún trasnochado resentimiento. Alguna antigua inquina, que estuvo cerrada a cal y canto hasta el momento, pero que nunca renunció a echar toda esa ponzoña fuera.