Seguidores

martes, 1 de marzo de 2011

CONCIENCIA COTIDIANA

         Me he despertado sola.
         Sola, y como si estuviera en otra cama, en otro cuarto o en el interior de una casa que no era la mía. Pero es curioso, o al menos inusual que haya dormido ocho horas seguidas tan profundamente, del mismo lado y con la misma postura que me anoche acostara. En realidad, esta mañana, creía que era otra persona porque no recordaba en que lecho yacía. Supongo que ese estado semiinconsciente es lo que llamamos, estar descolocados. Mi cerebro, por alguna extraña argucia que esta noche me causaran los sueños o por ese desamparo que habrían expelido las paredes durante la madrugada, estaba mal situado.
       
         Desorientada y todo, me he dirigido a la ventana guiada por la tenue claridad que dejaba entrever las hojas de la persiana. Y después de subir las rejillas y reconocer de nuevo el entorno, he podido respirar a fondo y reconciliarme con ese otro cerebro con el que no me entendía al tirarme de la cama. Habrán sido un par de minutos, pero ese traspié mental me ha hecho creer, que en mi interior, convivían dos diferentes personas. Y además, que esa nueva identidad con la que he despertado, tenía alzada ante mí, una cortina de humo que me impedió reconocerme en el instante mismo de abrir los ojos.
        
         Sin embargo, pasados esos segundos de confusión inicial en los que me sentí como una marioneta zarandeada por los hilos del desconcierto, recordé, que me fui a dormir ya sola y que sin duda mis únicas compañías al sacudirme el sueño serían o estaban siendo, lógicamente, las luces límpidas del amanecer y el silencio turbio de la casa. Y a juzgar por esa mezcolanza de incertidumbre sobre mi propia persona en ese instante de tan poca lucidez, la situación parece que me ha provocado cierta zozobra.
        
         Y en ese estado de extrañeza, me ha puesto a rebuscar por toda la casa algo que me hiciera sentir bullicio o vida, y ello me ha llevado a penetrar casi a trompicones en todas las estancias. No obstante, hurgando como si revolviera cajones en mitad de esa penumbra que escupe tal abandono hacia fuera, he creído distinguir, solamente fantasmas. Esbozos de antiguas presencias, involucradas en estas fantasías que me produce la vivienda cuando, como hoy, está deshabitada.
     
         Sea como fuere, es como si yo observara en este momento a través de una celosía y descubriera con mis ojos aún legañosos, que tanto aislamiento pegado a mis barbas, terminará por hacerme visionar disparatados espejismos en medio de una casa absolutamente vacía.