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jueves, 22 de julio de 2010

DESAFÍO.



ABISMOS A MIS....


         Escucho ruidos de un manojo de llaves al revolverse. Alguien buscando, exactamente, la que encaja en la cerradura de mi puerta. Son las tres de la tarde. Mi marido llega puntualmente para almorzar.
         Soy una mujer solitaria. En realidad, tal costumbre, por poco, no me ha trasformado en un ser antisocial.
         Sin embargo, si esa puerta no se abriera hoy, nadie más podría salvarme de una mañana de fantasmas memoriales. De una mañana sola, aunque recluida con mis retratos mentales. Nadie subiría ni bajaría por mi impoluta escalera para protegerme del ente indeseable de la soledad, cuando a última hora volviera a caer plomiza la dilatada noche, llena para entonces de una completa orfandad.
         Cuando mi cónyuge aparece en este umbral, mi cárcel se destapa, y su presencia me arranca de golpe de una vida envenenada. Seguidamente, se me abre un acceso a la esperanza.
         Si esa puerta no se abriera dentro de un instante, o nunca. ¡Dios no lo quiera! Esta casa huérfana de personal, pero no del todo, se poblaría de desesperanza y mi existencia pasaría de ser únicamente solitaria a ser, para siempre, inaccesible. Y con toda probabilidad, en la persistencia de la madrugada, la imagen oscura de mi sombra entre el vestíbulo convertida en mi doble, sería un cuerpo vacío de sentimientos aunque lleno de visiones pululando de nuevo entre la penumbra de esa desértica atmósfera. Mi negra silueta tirada por el suelo como jamás lo habría estado en la vida, sería una forma, de arriba abajo nueva, pero más sombría que nunca.
         Mi estampa nocturna, atravesaría huidiza y serpenteando el ancho vestíbulo, para luego desaparecer bajo ese portón de entrada con el que se accede a la vivienda. Porque esta antesala repleta de columnas y puertas y con apariencia de claustro circular, de noche, surge ante mí, igual que un mar de oscuridad en el que sólo se ve y se escucha, a mi lado, el embate de una ola de ojos dilatados y brillantes, rompiendo, alternamente, entre este espacio despoblado.