Difíciles recuerdos
(en los que se vacía)
sin esperanza, ni albor
ni luz radiante
que los suavice en esa plácida hora.
Pero acaso al filo de la tarde
el alma se le hará fuego
y anidará en ella una ola nómada y exótica
y de raza extraña y serpentina.
Amado pájaro,
pues así lo llama
y así lo siente revolear
en esa infinitud a punto de estallar.
Ave que se voltea ondeante
y rebasando las alturas.
Dulcísimo crepúsculo y eterna sacudida,
el mar respira
y muerde justo en sus labios.
Maribelflores