Seguidores

martes, 21 de septiembre de 2010

ABRID OJOS Y OÍDOS.



ABISMOS A MIS....


Retomar el hilo de "Abismos a mis pies" después de las vacaciones. No fue nada fácil. Y Por otro lado estoy deseando de acabar. Quizás me pesa ya, haber empezado esta historia autobiográfica, nada real.

                                                               / ---------------/

         Siempre que trasteo dentro de este dúo, hombre-casa, comprendo que tan extraña pareja me impiden la caída cuando estoy a punto de lanzarme desde la torre de esta morada, casi gótica y en la que me veo recluida, a un coladero sin fin. Hombre y edificio se mueven a mi alrededor, con movimientos puntuales. Un vaivén de péndulo que lleva de un lado para otro mi imperfecta vida.

         Así que supongo que sigo aquí porque todavía tengo un destino por cumplir además de un peso que zanjar. Un fardo total e indiviso. Un bulto que arrastro con dos importantes ingredientes dentro. Sospecho, además, que todo me empujaba a ese destino inmutable, que en este momento podría estar en esta casa llena de aristas e infinitas confidencias que quedaban por destapar. Un universo hermético, se filtró por estos muros prietos como un ruido imparable al que era imposible frenar o no ponerle oídos, cual, si sus dos habitantes fuesen sordos. Me entraba el miedo cuando escuchaba, desde Dios sabe dónde, el murmullo de ultratumba atravesando estas paredes e incitándome a hablar hasta por los codos. Pero apreté puños y dientes y dejé que estos muros se expresaran, inicialmente, por mí.

         Cuando vine a vivir aquí, las voces que atravesaban estas paredes me hablaban como si yo fuera una extraña a la que primero habría que aproximarse dándole largas y coba. Pero les llegó el momento de medir y calcular. Dicho de otro modo, me ponían a prueba. Tanteaban mi pulso y yo rápidamente dejaba que mis familiares difuntos hablaran a través de estos tabiques. Ya que mis asuntos vivos, brotaban a través de mí, tibios y a borbotones sin recurrir a nada. Pero esos aparecidos, con sólo llamarlos por su nombre, se arrodillaban conmigo y ante mí, y me susurraban, viejas historias, que ya no me intimidaban.

         Sin embargo, los argumentos vivos los invito de vez en cuando a mi cama y en minutos empiezan a vocear su decadencia bajo las mantas del lecho. El cuarto de dormir finalmente se llena y se vacía de unos y otros. Y en realidad, tanto los asuntos ahora tan palpitantes como los viejos asuntos desfallecidos, se apiñan en mi cuarto de dormir, hora tras hora, como si fueran reuniones de primos hermanos formando un grupo compacto.