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lunes, 31 de octubre de 2011

YO, VENCIDA


Yo, rayo iluminado,
rayo plata,
que besa ciega en sus ojos
y sella la eternidad en sus labios.
Yo, rostro tallado
ahondando en su fulgente mirada
de jaspe y de cincel.
Yo ópalo de fuego,
carbúnculo granate,
que pule en su radiante piel, de terciopelo.
Yo, fresa o broca
calando un abismal cráter
en su inexplorado ser.
Yo, al anochecer, pupila herida.
Yo alba desvanecida
de forma prematura
en su ocaso universo
y en el albor de mi vejez.  
Yo cópula mustia
boqueando  agua, como hilo de pez,
en su invicta envoltura.

                                                              Maribelflores





lunes, 24 de octubre de 2011

ANTORCHA



Oh Zeus! dios del olimpo,
con esos ojos ¡tan de raíz, tan apurados!
 tan a mi acecho
-Que me atenazan-
Y yo a ciegas
en la noche esperanzada y dulce.

Tu tremolar de la palabra en esos labios
donde ora vive mi ser, 
ora mi designio.

Y en tu rostro blanco y
 en mi rostro blanco
brilló la eternidad de las horas
en la penumbra de la noche muerta.

Nimio destello
que sobre tu mejilla
levantó ante mí,
aquel muro de densa niebla.

A tientas, insegura,
quise ser aire ahogado en tus entrañas
y con mi soplo,
disolver tu cavernosa lengua
-Bajo la tenue luz-

Criatura mansa
-De las horas muertas-
¡Oh hombre! dame cobijo en tu regazo
y apura mi larguísimo crepúsculo.

Y de tus manos
y en la noche oscura
-Del jardín-
entrégame las anémonas
como quien echa criaturas bellas a mis brazos
cuya hermosura me ha poseído.



jueves, 20 de octubre de 2011

SER NÓMADA (viaje en tren)



         El tren vuela, Yago, y yo miro pasar las horas mientras la luz perlada de ahí fuera se desliza conmigo y me fulmina. Oleadas de fulgor parpadean sobre el envés de esas ventanillas en hilera. Voraces destellos que me hacen creer en una segunda vida que desfila ante mi como una nebulosa. 

         De hito en hito, miro pasar las aves en bandada, los postes altísimos de la luz, los frondosos árboles y esas nubes que dejan una pincelada platino en el cielo. 

         Y todo lo que veo, circula veloz por las tierras del Este. El tren devora el fértil valle del delta del Ebro y estruja todos los naranjos a su paso. Todo suena a placer y a engaño y todo se hace añicos detrás de los cristales del vagón. Ruinas y asombro. Deleite, fascinación y suspiros se quedan en ese paisaje, que esta piel de culebra -de la locomotora- extermina a su paso.


         Pero lanzo mis ojos hacia fuera y se imantan mis entrañas en ese obstinado deambular autómata, de la máquina del tren. Este convoy es una bala cuya combustión me estremece.


         No obstante, yo maldigo este viajar a solas y maldigo también la agonía de mis ojos porque no pueden compartir contigo, ni esta seducción ni estos designios inexorables de mi ser nómada. 

         Pero cuando tus recuerdos me traicionan, las lomas que dejo atrás redoblan como las campanas y me veo marginada y una paria y una vehemente y en la cabeza me suenan, los timbales de la destrucción.
         Y por momentos quisiera ser una infame diosa y desplegar mi malevolencia o mi ira contra tu ser mortal y luego destruir con mis turbinas tu precioso tiempo o convertir tu ciclo vital en una alucinación que devastara tus entrañas y no dejase piedra sobre piedra en esa sustancia gris, cuya membrana yo tanto amo.
         Sin embargo, desfallecida por ese zarpazo que engarza el tren -hora tras hora- yo te imagino estropeando mis ilusorios propósitos y además, te ideo, hecho un arbotante o un cuerpo tallado, sobre el cual realizo una profunda incisión por donde después mana tu amarga sangre, ansiado fluido, por cuya sed muero.

                                                                                                                 Maribelflores.

lunes, 17 de octubre de 2011

HOMBRE EN EL PUENTE.



Si tu boca me poseyera
nadie me arrancaría
de ese instante de goce
que el frenesí me entrega.
Si aterida me estremeciera dentro de esos ojos,
vendrían a mí oleadas azules
y ardientes pétalos.
Si me desnudara tu ansiado empuje.
Si ese cuerpo se deslizara
y pariera espuma de mar
sobre la luz esmaltada de mis blancos lienzos.
Si me envolvieras con anillos siderales
la luz de tu mirar me asolaría.

Para tus versos, vivo,
rehén soy de esa sabiduría
y de tu voz sobrecogedora.
Presa  muero de una desapacible noche
en la que no contemplamos la ciudad
bajo el mismo cielo

                                     Maribelflores


                                                        

miércoles, 12 de octubre de 2011

CONVEXA

La vida permaneció inmersa en esa cornea ahogada  entre escarcha.
Una esfera repleta de imágenes ocultas donde trepida el aire
y palpita su voz.
El silencio se detuvo en sus labios inyectándole sonido a la palabra justa.
El silencio contenido dentro del silencio.
El silencio irreal de una ingrávida pausa.
La pausa suspendida en el gesto como una infinitud.
Algo deseable. Un poema hecho de placidez
Una señal, al trasluz.
Un relámpago fulminando cicatrices y deslumbrando el rostro
con destellos de metal. 


                                                                             
                                                                                                             Maribelflores

jueves, 6 de octubre de 2011

EPISTOLAR (a la Alpujarra, mi tierra)


Mi querido Iván:

       He cambiado aquel lugar de incontables granos de arena por un destino de hoyas, cauces de agua, alcores y un vaho zigzagueante que asciende desde el valle y encumbra las alturas. 
         Bruma. Informe masa de humo, que trepas como la hiedra entre la aldea. Acuosa amalgama confundes a las víboras de aquel secano, que ya salieron de los guijarros a hurtarle rayos al sol y vaciar su mezquindad. 

         Sinuoso valle, inventor de sueños y voraz demoledor de paz.

        Aquí se alarga el tiempo como la sombra de un cuerpo al caer la tarde y se espera sólo la bondad del agua, el soplo helado de los cerros y el canibalismo de los fantasmas que transitan por la oscuridad.

         Pero llevadme noche a medir esas quimeras palmo a palmo y a calmar en breve, el termómetro de mi nostalgia. 

         Iván, amable amigo, hace días que en la ciudad me aniquilaba el otoño y la desgana. Aquí mi carne, cual jícara de barro, se vacía de esa mezcla tóxica. Pues este valle se parió para seres desesperados. Y en sus colinas, debieron edificarse, en vez de blancas casas, templos griegos donde asentar efebos y vestales y consagrarlos uno por uno, a la copula y a la contemplación. Aquí el amor debiera ser un trazo dulce y posado. Un círculo perfecto donde toda presteza concluye.

        Pero no hay tregua bajo la launa de los tejados. Pues estos seres humanos se concibieron sobre cal viva y también, uno por uno, se carcomen o se apolillan. Esta especie de lobo estepario trasiega sola por el monte. Cuerpos monótonos deambulando a modo de almas en pena. Aquí la lógica es ¡tan empecinada! Y el corazón, el ojo humano y la mano  tan sumisos a esa predestinación.

         Iván ha pasado el día, y la noche, en este lugar del Olimpo, parece ahora abominable y obsesiva. Tan solo la luminiscencia de los astros hace de mi soledad y de mi antiguo sudario una melancólica placenta que envuelve mi cuarto y me devuelve al vientre de mi madre.
         Aquí, si abres la ventana y miras la gran luna de la media noche, intuyes, que el suicidio es una opción romántica de cómo detenerse para siempre en esta hondonada y perpetuarse flotando igual que el oro en suspensión. 

         Pero cuando el azor sobrevuela el valle, arrójate al destino pues dirige tus pasos derechos al tártaro, y ya, el entusiasmo no vale de nada y nada tiene que hacer.
         Satán, bestia rugiente, cimientas tu odio de flameantes llamas y en este subsuelo me incineras y luego amontonas mis cenizas. Y por último, izas un tumulto en el aire con mis parvos residuos.

         Adiós mi querido Iván,
quiero mirar la noche y este escenario, cuchillo de lobo.  

                                                                                                                 Maribelflores


martes, 4 de octubre de 2011

EXAEDRO (con más de seis caras)


¡Oh melodía súbita!  
Coral de pájaros,
redondo y cóncavo secreto
que mientras se desliza esa música
aniquila su carne
y la troza en espirales y andrajos.

Piélago frágil
donde se agita lo insondable,
en lo más íntimo,
y en ese asiduo arañar y escarbar y ¡herirse!
¡Oh delirio!
Estampida de lobos.
Oh brocado de abismos y de tripas.
Oh vano presagio
de tiempo abatido
                                 y sin remedio.