Llueven hojas
hilos de sangre
!hielo!
!hielo!
gotas de agua
barro,
estampidas.
Y suena Beethoven
-en Claro de luna-
-en Claro de luna-
y se tañe de melancolía el cuarto.
Oh recuerdos
sueños
¡Oh poeta, hombre!
Se me adormece el dolor
pero mana de nuevo la utopía
apresada en un místico beso
cuando resopla tu oasis
en mis labios.
Mas llueve súplica
aflicción
“turbia muerte”
por la que chorrea tanta aberración
y tal pánico y tal emoción
y los sueños
y la luz
y esa impaciencia
de este impar pero absurdo disparate.
Cuerpo de Náyade,
en tu frágil regreso del delirio de un día
de un tiempo
o de un esplendor, hoy, roto.
Y se adormece la tarde
-temblando
evocando-
y se desliza al abismo de esa lluvia
que hizo languidecer la ciudad.
Y más que nunca
la urbe
se quedó sin energía
y
a merced del gris y la nostalgia
suelta su vagido
y tirita,
y se sacude el agua
y centellea el desaliento.
Y ahí fuera
AY! cómo desciende el otoño
sobre la vieja ciudad
-desvaída
plomiza-
y cargada de inquietantes presagios.
Maribelflores