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lunes, 27 de junio de 2011

CREACIÓN.



Un profundo reposo.
El único sueño deseable.
Esa ingente nube azabache,
o el último segundo del día
con otro recuerdo nítido
ahora inaprensible.
La tierra dormida y levitando
y la noche indescifrable
igual que la tristeza,
los dedos encaramados a la luna
y mi abstracción amoldando
confusión y quietud
y observando,
ese mural esmerado de estrellas
y ese cielo palpitante que
clava sus ojos fúlgidos en mí
cual noche rutilante.




viernes, 24 de junio de 2011

AQUELARRE.


En las tardes tórridas de verano
y en la distancia de la soledad,
escucho,
el canto denso de unas llamas
cuando en mi tierra
se quemaba un extenso matorral.

Ese crujido oscilante y seco,
que hacía lloviznar en el aire
el fulgor del fuego suspendido,
se muere hoy en mi memoria
y en las remotas noches de S. Juan.

Aquella brujería,
donde ardían nuestras máscaras
y sonaba a eterna la música ancestral,
formaba un coro de lobos jadeantes
danzando en círculo
alrededor de una hoguera.

Pero tal fiebre
provocaba cierto hechizo estacional
y de ese deseo encendido
afloraba una magia en el aire
y en los labios,
un exquisito bebedizo.

Hacia la medianoche
aquellas agitadas sombras, perdían su nombre,
y un ciento de rostros invisibles
paladeaban el dulce vino del estío
y el roce ardiente de otro pecho.
 
Y si arrugábamos los párpados
y desenfocábamos, 
nuestro escaso campo visual,
el mundo se volvía virgen
o ¡Dios sabe! si enteramente del revés,
porque en un soplo,
nos cubría un manto de fuego
y estrellas
y ¡todo eran chispas! acariciando la noche
las flores
y la luna,
y los endebles hilos del amor.



martes, 21 de junio de 2011

BACO EN EL JARDÍN.


      
       
           El verano estalla trazando una fisura, justo, sobre esa línea de la vida y de la muerte hendida entre la palma de mi mano. Estalla entre mis dedos trémulos y en esta dermis agotada y húmeda; en el muro de la verdad que se irradia desde estos ojos palpitantes y negros en espera del alba y del reposo. Estalla en mitad del día y en la media noche y en las aves que al amanecer graznan y van de árbol en árbol. Ese verano que me muestra frente al rostro la espesura del jardín y una abundante fantasía, y al mismo tiempo, la existencia de tanto abandono y tanta nostalgia y tanta sed y tanto vacío. Esa canícula que se descargó sobre mis sentidos y sobre la cubierta de esta casa y entró por ese ventanal, ahora totalmente abierto, y a la espera, de que alguien se acerque hasta mi escondrijo y sacie ésta mi sed y luego acepte mi hospitalidad y llene este silencio y yo le ofrezca y beba sin más de mi azucarado vino.

viernes, 17 de junio de 2011

NOCHES BLANCAS


Ojos enormes y abiertos,
noches en blanco.
Un hábito inseparable de mí.
Noches sin hálito
donde se desborda la opresión
pero escasea el aliento

¡Oh, Dios, Noche!
concédeme un gesto de amor
para verter en él mi llanto.

¡Luna, lluvia, viento, sueños!
nada está en calma
si el ser amado ha desaparecido

¿A dónde fue su abrazo?
¿A dónde esa naturaleza de pájaro?
Todo está eclipsado.

Si no hay cortejo
no hay goce
ni voluntad de acariciar
mis labios
ni esa risa de fábula
ni el misterio de arrullarme
entre estas sombras henchidas de romanticismo.

Nada mana de esta vigilia estéril
salvo la incertidumbre del cuarto.
No hay amor ni éxtasis ni adoración
ni lágrimas
que intimiden al silencio,
si un perro leal
que rastrea en mi desdicha.

lunes, 13 de junio de 2011

POEMA ESCALONADO


         Yo, que en sueños vivo nutridas alucinaciones en las que el daño y el enojo vierten desde mi razón a mi boca un pantano fangoso. ¡Fango!. Un lodazal compacto, pero contrario a mis días, cada vez más largos y felices y en donde a menudo brotan auténticos prados de verde hierba.

         Yo, que en mis pesadillas hago una buena recolecta de engaños, sombras y gastadas fisonomías y en donde abro hoyos de derecha a izquierda y de arriba abajo rectos bajo tierra. Aunque, los abro a plomo, igual que se perforan grandes boquetes en el campo de batalla con los disparos.

         Yo, que a golpazos, hundo en tierra abonada mis sombrías raíces enfrentándome siempre a ese mal agüero al que me reta el ansiado tiempo del descanso y donde me doblego a toda metamorfosis. Y yo que más tarde profetizo dormida, en un continuo aroma de muerte suspendida, una visión del mundo estremecedora en la que no me quedan cosas por vivir, salvo la infinita costumbre de vencer esa indomable maleza que mana de tantas invenciones coexistiendo juntas y amontonadas sobre el tálamo.

         Yo, que aunque quisiera, ni de noche me olvido de mi misma ni de esa potente voz narradora que me habla de lo que se ha varado por siempre en mi cerebro cuando esa materia gris e intangible además de amenazadora, se convierte de pronto en un desagradable altavoz de mi pasado.

         Yo, ¿cuento de noche o realidad de día?. Ficción, o todo lo contrario.

         Yo ¿diablo?.


miércoles, 8 de junio de 2011

MONOLOGO


Este jardín un tanto solitario
de donde extraigo siempre
el néctar de la vida.
Esta savia que recorre mis venas,
veloz, como un apetecible jugo.
Estas galerías de árboles
apaciguándome el alma
y esta absurda carga
que ni el viento borra.

Estos ojos,
que hoy contemplan el cielo
la luz del sol
y su desgarro,
y que esparcen a menudo
los motivos
por los que me ato al mundo
y me encadeno
indefinidamente aquí.

Y estas manos
que hoy abrieron
un boquete
en el tronco de un árbol
y que mi corazón
¡enormemente delicado!
nuevamente se contuvo
aunque emitió un gemido
antes de romperse
en pedacitos de cristal velado




viernes, 3 de junio de 2011

FRAGMENTOS

         En un sueño trasformé a mi corpulento padre en una escarpada roca. Y desde aquellas oquedades hendidas sobre la piedra, un águila, asomaba su colosal pico y después levantaba vuelo lanzándose en círculos sobre la maleza. Mientras volaba, me sujetaba entre sus poderosas garras y yo observaba la naturaleza igual que si hubiera sido el corazón palpitante de la tierra. Una creación inmensa y tan infinita como un océano. Agua sobre agua. Rumor que crea y destruye y luego retorna a la roca al compás de la sacudida del viento. Sonido que creció cuando el pájaro desplegaba sus alas y se lanzaba con heroicidad sobre el alma del planeta.   

         En el mismo sueño a mi madre la fui moldeando íntegramente a mi gusto en tacto y suavidad. De aquel barro le saque sus delicadas manos y unos suaves labios, por donde luego se escurría la ternura de su boca. Devoción que en seguida fue rodando de su rostro al mío. Entre sus brazos, yo me había trasformado en una luna redonda llena de ojos, nariz y boca. Una luna resplandeciente que buscaba con avidez aquel cuerpo donde calmar su tristeza de niña, su sed de vaso y sus ansias de memoria.

         El sueño transcurrió de hora en hora. Y quimera tras quimera, yo construía con un lenguaje utópico vacío de vocablos, un mundo de fantasía elevándose sobre los tejados del barrio. Puesto que todo lo que yo amé o lo que hoy amo, se disfrazaba en el sueño de aves migratorias, que iban y venían, a mi caprichoso antojo. Mis hijos se volvieron blancas palomas. Mensajeros de un futuro lleno de zozobra y pródigas incógnitas, y para los que yo imploré desde esa invención noctámbula, un hermoso canto de sirena. Pero mientras los acunaba con dulces y pueriles canciones de infancia, su inocencia, me fue quedando muy lejana.

         Y cuando aquel sueño llegó al albor del amanecer, el amor se desvanecía bajo unas sábanas tan límpidas como hurañas. Porque las llamas de mi enamorado se hicieron mudas cuando el lenguaje del cortejo amoroso, esa noche, se guareció entre el miedo y silencio de la madrugada. Durante ese preludio que antecede al despertar, por fin comprendí, que todo lo que ardía en el sueño era mi dudoso destino.

         ¡Mariposas negras, manos crispadas y música ancestral! salieron de mi cuerpo, al sacudirme de aquel espejismo nocturno.