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jueves, 20 de enero de 2011

FUE POSIBLE

Una mañana azul
alojé el mundo entero dentro de una lágrima.
Metí, incluso,
una estrella moribunda caída en el suelo
la noche previa de aquel amanecer.

¡Insólito! Pero la devolví a la vida estelar.

Una tarde, durante el ocaso,
clavé en el cristalino de mi ojo azabache
las luces púrpuras del bosque,
el apogeo de una flor
y el polen que volaba en el aire.

¡Increíble!, pero una abeja, se apoderó vorazmente del ojo.

Una noche placentera,
durante mi habitual desvelo,
abrí los párpados en la oscuridad
y permití, a un tiempo,
la entrada de los sueños y de la claridad.

¡Asombroso! pues asomó la hora inocente
en el umbral de tanta opacidad.