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lunes, 13 de septiembre de 2010

ATRAPADA EN UNA TORRE.




ABISMOS A MIS PIES (Continuacion).

  
      Bien mirado, mi marido y esta vivienda con maneras de prisma octogonal, componen una pareja inmejorable y un dúo tan deseado por otros, que a mi alrededor pulula la envidia como si fuera un enjambre de seres humanos poniendo a prueba su codicia. El resto, es ceniza. El remanente de una vida. Un mundo inédito ideado por esta frenética imaginación. Desvaríos. Mi juicio, esta lleno probablemente de excesos e historias, rescatadas de una evocación que acaso recargó las tintas de los traumas y abrió una y otra vez las heridas. Un juicio, que demuestra en más de una ocasión, ingratitud y desprecio por quien me quiso bien. Trágicos residuos que han transformado mi cerebro en una masa rugosa, viscosa y egoísta, puesto que nunca, pudo olvidar ni perdonar circunstancias que le envió el destino.

         Pero quizás, de igual forma, mi sesera está saturada de sueños que viven en lo más profundo de mí y a los que se sumaron una vivaz fantasía. Utopías. Y ahora, me siento como un ser más, abandonado a su suerte porque hubo algo que le impidió alcanzar aquellos ideales de la juventud. Un ser que mira en el interior de los espejos y por supuesto sólo ve espejismos y demandas sin sentido.
         Espejismos, que acabaran conmigo y convertirán a mi marido en un hombre irreal viviendo en un trozo de mundo cristalino inventado por esta entelequia imparable, donde sólo tendría cabida, un compañero de altura. Un hombre inexistente. Estoy viviendo dentro de un espejo una vida que realmente no existe. Una vida incorrecta. De hecho aquí sigo esta mañana de marras, dilucidando en el vestíbulo y cada pensamiento mío, es una obra de arte. Una creación patrimonio del periodo negro de esta mujer estúpida, además de experta en sacar petróleo de donde no hay.

         Sin embargo, me inventé un mundo para no estar sola. Un mundo ideal. Fingido puramente para subsistir. En él mendigo un pasado insostenible y un futuro irrealizable. El resultado de esa operación es un presente que se vacía y se llena de tortura en una espiral sin fin. Un árbol al que le crecen súbitamente ramones retorcidos, y cuyas puntas van trepando dentro de mí para hacerme daño, como si desearan de verdad cambiar mi excelente suerte. Es muy`posible que sufra un importante deterioro debido seguramente a la deformación que hago de los recuerdos. Voy de sombra en sombra y parece ser que mi retentiva es por fuerza parcial. Pero mi mundo inventado es profundo. Nunca tiene un final. Y lo peor, creo en él a pies juntillas. Mis dudas son mi credo. Y las alternativas me resultan tesoros inaccesibles. Vivo en una nube. Porque mi imaginación se comporta como una criatura de poquísimos años. Pero me da igual. Y a mi edad. !qué pocas luces! Diría mi querida abuela y qué desagradecida a la vida tan regalada, que en gran parte he tenido en parejo con los dramas. Ese comentario también lo haría mi abuela. Mis dos abuelas. Y tendrían toda la razón al soltarlo como un peso, insoportable, sobre mí. Pero vivo en una nube porque es en el único lugar que puedo verlo todo con distancia, como si viviera encerrada en una torre gótica. Tal vez esa sea la única verdad. Que vivo encerrada en una torre, donde el mundo que me circunda es puramente memoria. Maldita memoria.