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lunes, 6 de septiembre de 2010

CALMA TOTAL.




SEPTIEMBRE.

¡Oh tiempo!
A dónde huyó el verano,
el mar en calma
el olor a salitre
o las gaviotas.
Cómo recuperar
la brisa salina persiguiéndome sobre el barco,
o el arrullo del mar
bamboleándose, arriba y abajo,
y envolviéndome, cual celofán,
con la estela que dejaba el agua marina.

¡Oh Cielo! Yo que navegué a mar abierta
cabalgando encima de una ola,
he creído ver en El Parnaso, prados silvestres,
y en aquel momento,
juro que escuché trompetas de gloria,
como si el navío hubiera bordeado
plenamente el paraíso.

¡Oh! tierra adentro.
Por dónde se escabulleron los cientos de abejas
y el néctar dulce de tantas vistosas flores
donde antes libaban esos plácidos insectos.

Divina providencia
se disipó, cual niebla matutina,
el tentador verano
y ahora sólo se detienen
en el reborde de piedra de mis fuentes,
aguijones de avispas,
trepando por ese canto, como fieras sabandijas.