Seguidores

domingo, 8 de agosto de 2010

ABISMOS A MIS PIES (Continuación).

    
     Pero, !oh mi amor! si al entrar en casa cada tarde, tus labios emergieran de esa muerte prematura. Si por casualidad otra vez girara nuestra vida. Si desaparecieran las palabras vanas lanzadas día a día en el ambiente. Si yo no estuviera tan lúcida como para oler ese desdén mutuo enquistado en este grandioso espacio. Un desdén que irremediablemente nos hiere hasta en esos sueños de la madrugada. Si me abrazaras de nuevo sin articular palabra alguna. Si hablaran tus cálidos dedos mientras se abandonan sobre mi piel desnuda. ¡Oh mi amor! si emergiera en medio de un milagro nuestra primitiva y apasionada melodía de media noche. Mi amor. Mi queridísimo esposo, respiraríamos otra vez ternura como si fuera aire nuevo entrando por nuestros agotados pulmones. Aire puro. Aire sano. Y en ese hipotético momento, mi clamor de ahora se volvería de nuevo un cántaro ávido de agua a la entrada de tu añorada boca. Esa bocana por donde antiguamente me succionabas como un remolino hasta tu corazón.
         Pero por el contrario, de sol a sol, mi amor, nos alimentamos tanto del llanto como de una incesante lluvia de quejas. Y tal fracaso nuestro, aviva a menudo mi desesperación. Un mareo interior que no cesa de darme vueltas y más vueltas y que me llevan crónicamente por el interminable camino del infierno.

         Aunque, si yo me entregara otra vez a ti y tú te dejaras hacer. Si el dramatismo no ocupara nuestro precario turno de amantes. Si la trasparencia nos permitiera darle un vuelco a nuestra vida y una respuesta, a esta empecinada hostilidad. Es probable que desaparecieran la rabia, la indeferencia o ese dolor que hace transitar a nuestro alrededor la verdad desnuda como si fuera la muerte anidando en su propia casa. La muerte fisgoneando sin descanso. Una larva trasformando en polvo nuestro arruinado amor. Porque algo mohoso se apoderó aquellas primitivas llamaradas rebosantes entonces, de rojo, anaranjado y azul y en su lugar han dejado ahora, todos nuestros sueños rotos lo mismo que frágiles cristales y nuestro tiempo saturado de un poderoso botín de guerra.