Cuando me cubra el agua del río
y el campo santo me arañe
con su herrumbrosa tierra,
el lodo,
crecerá ya entre las cuencas de mis ojos vacíos
y como una envoltura revestirá mi esqueleto
y estos dedos consumidos.
Pero sobre ese estío, aún por hacer,
y que
en la vida me pertenecerá,
aclamo que nací de esta agua irisada
y de este suelo fuliginoso
donde nada parece acontecer.
¡Oh sombra del futuro,
noche desconocida!
¡Oh viento de la sierra!
que revuelve ahora mis heridas
y ese azul índigo
que intacto se despeña
por encima de estos escabrosos cerros.
¡Oh alborada!
cuando las primeras luces me despiertan,
el río a la par me llama.
Y ese cuerpo líquido,
vierte sus primeros deseos,
sobre mi inconsolable armazón
y
aunque luego me bordea
ese reguero de agua,
por otro lado,
la mezquina muerte
me besa en la boca
con esos labios tan indiferentes
del mañana.