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Yago le brota el fuego por el hueco de la boca y en segundos se le extrapola la
descarga como a un relámpago. Yago es un dragón y de las llamas de esa bola encendida
le manan tinieblas invisibles.
… Yago, el violonchelo tañe su agonía
y dobla a mar revuelta y al caer las olas, se troncha en pedazos su rumor cíclico.
Pero debajo de esas volutas de agua y sal, se amontona la angustia sobre el tul
nacarado de la arena seca.
Yago, del subsuelo emerge un sonido atronador
de placenta y su fragor me retumba y tu nombre detona y sale propagado por todos
los rincones del planeta.
¡Veta sobrecogedora, ensordece mi ceguedad!
Pero si no amo Yago, si no me entrego,
si mi pecho enmudece, si en la noche se extinguen los astros, el desorden se
empeña en revolver mi erótica y pronto imagino vampiros cayendo sobre mí desde esa
negrura que muerde sobre estas arterias brillantes. Si no amo Yago, sospecho que
mi memoria exclamaría su enemistad contra el deseo y no habría respuesta capaz
de aliviar ni mi sed de ti, ni mi agonía. Y en la verdad de la penumbra me pregunto si
eso no sería mi perdición o morirse por nada entre colmillos afilados. Pues en
la noche, Yago, los resucitados, van perfilando mi silueta con hebras de
espanto mientras mi corazón trepida ¡muerto de hambre!
Yago quiero copular contigo y que
nazcan alimañas del acto. Pero por qué no escarbar en ese osario de agravios,
por qué no despedazar tus genes implacables, por qué no hurgar en tu minúscula
misericordia y con tu estricta mano cavar un hilillo endeble de luz en tus vísceras.
Resopla el viento en mi destierro Yago,
o es qué me suena a un aullido lejanísimo de lobo. Pero si brama la tierra, si muge
la música de un violín con sus llagas de azufre, el mar al fin se quedará
tranquilo. El mar azul que no descansa en su confluencia con el horizonte. Y
allí… perpetuamente lejos, resopla este compuesto
de cianuro y este dulcísimo combinado de esclavitud a ti.
¡Yago,Yago! Estoy frágil, y en mi
desaliento he pensado disolverme en polvo y sobrevivir en el interior de tus huesos.
Aunque mis limaduras se harán compactas dentro de la carcasa de ese esqueleto y
yaceré para siempre tiesa, y como una vela de entierro me estiraré en ese cerco
donde por el contrario se riza una serpiente. Una boa que luego repta sobre mí
y entra como un hombre a través de mis piernas. Pero cuando el reptil se despierta
Yago, no puedo negarlo, me asusta como un ídolo corcovado. Pues se alarga
tanto el tramo de la liberación, que al día de hoy soy un puente y bajo esas
ruinas fluye un talud de barro y, cómo me pesa el fango en esa soledad. Como la
losa marmórea de los siglos.
Me siento yerma, Yago, excluida, infeliz
y abrazada a un virulento arsenal de guerra. Y huyo Yago, pero no lo dudes, voy
a desintegrarme lejos. Voy a desaparecer bajo la lluvia mansa de una ciudad sin
nombre donde no habrá sol, sólo tu éxtasis de daño. Sólo TÚ, evaporado y mudo.
Yago, ya silban los cuchillos que cortarán
tu cabeza. Ya escucho los estertores. Ya eres polvo Yago. Ya me rodea un cerco de
llanto. Ya vibran mis ojos como si retornase lo que ha desaparecido. Lo que
nunca fue.
Huyo
consciente
de que el amor es un viento
un suspiro
que cruza veloz el corazón.
Y me pregunto
si no es un misterio
que se derrumba.
Una belleza invisible
que no existe.
Una niebla que nace y muere
en el alma
ante el pavor de la muerte
que estuvo
expiándome.
Maribelflores