La fiesta sigue en el jadín
y las guirnaldas después de muchas horas
cuelgan de los árboles,
cuelgan de los árboles,
exhaustas.
Pero cuando la piñata se abre reparte por el patio
el eco del aire
un poema secreto
y mi nombre, condenado al olvido.
Y los pájaros negros
que aletean, volando entre los tejados,
llevan la certeza de esa eternidad
atrapada en su pico.
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