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lunes, 14 de junio de 2010

BLANCO Y NEGRO.

El reposo impenetrable.
El único sueño denso.
Una enorme nube azabache,
o el último segundo del día
con un recuerdo nítido,
que se trasforma en inmediata confusión.
La noche oscura.
La tierra dormida.
Los dedos encaramados a la luna
y los pensamientos modulando
quietud,
en el cerco que trazan las sombras del cuarto.
Mas, ese gran campo de estrellas,
me dispara un pálpito
que casi me ahoga.
Luego el cielo, que es mudo,
clava sus ojos nocturnos en mí.

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